Y las visitas siguen cayendo!
El domingo, continuamos la visita imperial, esta vez a la inacabable Ciudad Prohibida. Para los que vieron El último emperador o conozcan ya la historia, pueden saltarse este párrafo. Después de ser destronado por la revolución popular, el emperador fue admitido como jardinero de su antigua ciudadela. El que nos conozca sabrá que no creemos en el derecho divino, ni chino, ni español, ni azteca, ni yanki. Sin embargo es difícil imaginar la vida de este niño que nació siendo hijo de los dioses y lo que tuvo que pasársele por la cabeza mientras contemplaba como cambiaba todo a su alrededor convertido en empleado de su propio palacio.
Ciudad prohibida, una verdadera ciudad dentro de la ciudad. ¿Quién conoce El Escorial?
No parece un nombre acertado para la intimidar a nadie (escoria..) pero se dice que las visitas diplomáticas estaban organizadas con el objetivo de empequeñecer al embajador más pintado... Pues se quedaba en bragas comparado con este sitio. Como diría nuestro intelectual torero : IM-PREZIONANTE. Palacios, galerías, salones, jardines, muros como los de un laberinto, y todo ello bautizado con nombres que sólo recordaría con la guía entre mis manos. A diferencia del Palacio de Verano, la Ciudad Prohibida está mucho mejor mantenida, lo que permite imaginar el día a día de un emperador: sacrificios y auspicios matinales, recibimientos de emisarios extranjeros y de las provincias, y ratos de ocio, sólo o acompañado (las concubinas tenían alas enteramente para ellas), el tigresito tenía que acabar con muuucho sueñesito.
Como nosotros, que después de tanto caminar, aun tuvimos tiempo de visitar una Casa Palacio, de un príncipe esta vez, llena de turistas (no lo había precisado pero el domingo una marea humana de guiris y locales se abalanza sobre todo lo que es turístico como en cualquier capital que se precie).
La noche iba anunciándose, de hecho las horas en la Pekín antigua eran anunciadas como en el medievo europeo gracias a las campanas. En Pekín eran tampores, 25 tambores daban las horas y marcaban el ritmo de este pueblo tan concienzudamente trabajador desde entonces. Desgraciadamente estos tambores ya no funcionan, y es una pena porque con las pamplinas llegamos demasiado tarde para visitar la torre que los alberga, ¡pero estuvimo alli!
Ciudad prohibida, una verdadera ciudad dentro de la ciudad. ¿Quién conoce El Escorial?
No parece un nombre acertado para la intimidar a nadie (escoria..) pero se dice que las visitas diplomáticas estaban organizadas con el objetivo de empequeñecer al embajador más pintado... Pues se quedaba en bragas comparado con este sitio. Como diría nuestro intelectual torero : IM-PREZIONANTE. Palacios, galerías, salones, jardines, muros como los de un laberinto, y todo ello bautizado con nombres que sólo recordaría con la guía entre mis manos. A diferencia del Palacio de Verano, la Ciudad Prohibida está mucho mejor mantenida, lo que permite imaginar el día a día de un emperador: sacrificios y auspicios matinales, recibimientos de emisarios extranjeros y de las provincias, y ratos de ocio, sólo o acompañado (las concubinas tenían alas enteramente para ellas), el tigresito tenía que acabar con muuucho sueñesito.
Como nosotros, que después de tanto caminar, aun tuvimos tiempo de visitar una Casa Palacio, de un príncipe esta vez, llena de turistas (no lo había precisado pero el domingo una marea humana de guiris y locales se abalanza sobre todo lo que es turístico como en cualquier capital que se precie).
La noche iba anunciándose, de hecho las horas en la Pekín antigua eran anunciadas como en el medievo europeo gracias a las campanas. En Pekín eran tampores, 25 tambores daban las horas y marcaban el ritmo de este pueblo tan concienzudamente trabajador desde entonces. Desgraciadamente estos tambores ya no funcionan, y es una pena porque con las pamplinas llegamos demasiado tarde para visitar la torre que los alberga, ¡pero estuvimo alli!
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