Los últimos días de la excursión paterna
Al final conseguimos un coche para poder movernos por las colinas de chocolate, visitar Antequera y su “mercado” de cestas de mimbre y tener algo de libertad en Bohol durante tres días.
El “mercado” de Antequera resulto ser más bien decepcionante, pero por lo menos podemos decirlo por nosotros mismos. Después de estar de pie a las siete de la mañana para poder llegar allí sobre las nueve, resulto que recogían todo justo cuando llegábamos y no pudimos ver nada de interés.
Eso si, la tarde de antes habíamos estado en Loboc y su iglesia. La cual se salvo por poco de ser destruida. Durante los años de la dictadura de Marcos se les ocurrió la brillante idea de construir un puente. La verdad es que la ciudad lo necesitaba, pero no se les ocurrió otro lugar que hacerlo llegar AL MEDIO de la iglesia. Evidentemente la gente protestó y salvaron una iglesia del siglo 17. Y ahora hay un puente a medio construir, un lado no toca tierra, que recibe el nombre de puente estúpido.
Al volver de Antequera empezó a llover y decidimos entrar en lo que sería nuestro hotel para el último día en Bohol, y OH SORPRESA, justo en frente de nuestro hotel había una tiendecita de alfombras y cestos de mimbre. Menuda alegría se dieron los dueños de la tienda cuando nos vieron entrar, y sobre todo salir cargaditos de “regalos”.
Esto lo añado yo, la estancia en Tagbilaran (así se llama la capital de Bohol, facilita eh?) fue como una versión remember de nuestra última visita: mismo hotel, mismo restaurante, mismo paseo, mismo shopping desesperado en la tiendecita de en frente.. Por supuesto, los acompañantes hicieron que todo fuera diferente; mil gracias.
Sin más abandonamos Bohol el día siguiente después de recuperar los dientes del Eliseo (la verdad es que se portaron los del hotel de Cabilao, nos los trajeron al aeropuerto, por la jeta) y por la tarde ya estábamos en Manila.
Lo siguiente sucedió rápido cual rayo. Llegamos a Manila, alquilamos un coche para el día siguiente, fuimos al centro comercial a terminar las últimas compras y a dormir que hay sueño.
Nerea trabajabaósea(por alusiones en los comentarios, lo cambio) o sea que me dejo como guía para conducirlos al volcán, si, si, el Taal, todo perfecto, sin trafico, divino. Nosotros súper confiados, que si no necesitamos caballo, que si subimos como cabras montesas, que si viejo lo será tu padre…
Y una vez arriba, que si sonríe para este lado, que si otra foto aquí, que si otra foto allá…
Guardamos la cámara y se desata una de esas agradables tormentas tropicales que hacen que desees ser PEZ y no persona. Allí estábamos, el Eli, Adela y yo mismo pensando si echar a nadar o si bajar rodando cuando dejo de llover y salimos corriendo.
Mala suerte, no era una parada, era tan solo un respiro. Nos cogió una de esas chulas, de las de mojarte hasta los caramelos por dentro (iba a decir condones, pero ninguno llevaba). Riéndonos y mojados llegamos hasta donde esperaba nuestra banka para llevarnos de vuelta al exterior del lago y poder pillar el coche para ir a Manila. Pero no iba a ser tan fácil. De eso nada.
A unos doscientos metros de la orilla un golpe seco y… “walang elise”, ¿¿perdona??.
Acabábamos de perder la hélice de nuestra banka y tuvimos que lanzarle el lazo a una que pasaba para que nos sacaran de allí, increíble-ble!!
Curados ya de espantos nos ofrecen una toalla para secarnos, nos hacia realmente falta, y la oportunidad de comprar algo de ropa local para poder volver secos a casa…
Ya veréis las fotos ya…
Eso fue antes de ayer, ayer día de paz, espera y viajes al aeropuerto. Evidentemente no nos dejaban entrar y no pudimos acompañarles durante el entrañable momento en el cual la maleta del Eli dio 33.5 kilos. Pero los dejaron entrar sin pagar sobrepeso, o eso creemos, y dentro de unas horas, aun algunas, estarán en casita.
El “mercado” de Antequera resulto ser más bien decepcionante, pero por lo menos podemos decirlo por nosotros mismos. Después de estar de pie a las siete de la mañana para poder llegar allí sobre las nueve, resulto que recogían todo justo cuando llegábamos y no pudimos ver nada de interés.
Eso si, la tarde de antes habíamos estado en Loboc y su iglesia. La cual se salvo por poco de ser destruida. Durante los años de la dictadura de Marcos se les ocurrió la brillante idea de construir un puente. La verdad es que la ciudad lo necesitaba, pero no se les ocurrió otro lugar que hacerlo llegar AL MEDIO de la iglesia. Evidentemente la gente protestó y salvaron una iglesia del siglo 17. Y ahora hay un puente a medio construir, un lado no toca tierra, que recibe el nombre de puente estúpido.
Al volver de Antequera empezó a llover y decidimos entrar en lo que sería nuestro hotel para el último día en Bohol, y OH SORPRESA, justo en frente de nuestro hotel había una tiendecita de alfombras y cestos de mimbre. Menuda alegría se dieron los dueños de la tienda cuando nos vieron entrar, y sobre todo salir cargaditos de “regalos”.
Esto lo añado yo, la estancia en Tagbilaran (así se llama la capital de Bohol, facilita eh?) fue como una versión remember de nuestra última visita: mismo hotel, mismo restaurante, mismo paseo, mismo shopping desesperado en la tiendecita de en frente.. Por supuesto, los acompañantes hicieron que todo fuera diferente; mil gracias.
Sin más abandonamos Bohol el día siguiente después de recuperar los dientes del Eliseo (la verdad es que se portaron los del hotel de Cabilao, nos los trajeron al aeropuerto, por la jeta) y por la tarde ya estábamos en Manila.
Lo siguiente sucedió rápido cual rayo. Llegamos a Manila, alquilamos un coche para el día siguiente, fuimos al centro comercial a terminar las últimas compras y a dormir que hay sueño.
Nerea trabajaba
Y una vez arriba, que si sonríe para este lado, que si otra foto aquí, que si otra foto allá…
Guardamos la cámara y se desata una de esas agradables tormentas tropicales que hacen que desees ser PEZ y no persona. Allí estábamos, el Eli, Adela y yo mismo pensando si echar a nadar o si bajar rodando cuando dejo de llover y salimos corriendo.
Mala suerte, no era una parada, era tan solo un respiro. Nos cogió una de esas chulas, de las de mojarte hasta los caramelos por dentro (iba a decir condones, pero ninguno llevaba). Riéndonos y mojados llegamos hasta donde esperaba nuestra banka para llevarnos de vuelta al exterior del lago y poder pillar el coche para ir a Manila. Pero no iba a ser tan fácil. De eso nada.
A unos doscientos metros de la orilla un golpe seco y… “walang elise”, ¿¿perdona??.
Acabábamos de perder la hélice de nuestra banka y tuvimos que lanzarle el lazo a una que pasaba para que nos sacaran de allí, increíble-ble!!
Curados ya de espantos nos ofrecen una toalla para secarnos, nos hacia realmente falta, y la oportunidad de comprar algo de ropa local para poder volver secos a casa…
Ya veréis las fotos ya…
Eso fue antes de ayer, ayer día de paz, espera y viajes al aeropuerto. Evidentemente no nos dejaban entrar y no pudimos acompañarles durante el entrañable momento en el cual la maleta del Eli dio 33.5 kilos. Pero los dejaron entrar sin pagar sobrepeso, o eso creemos, y dentro de unas horas, aun algunas, estarán en casita.
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